POR: JOHN DOUGLAS Y MARK OLSHAKER
CORTESÍA: REVISTA SELECCIONES
John Douglas
John Douglas
trabajó durante años en una división poco conocida del FBI, aspirando nada
menos que a leer el pensamiento de asesinos y violadores múltiples. Demostró
tener un don casi mágico para elaborar descripciones de los delincuentes con
base en las pruebas. Sus colaboradores y él fueron perfeccionando los
procedimientos con cada caso y llegaron a perseguir y capturar a algunos de los
criminales más peligrosos de nuestros días. He aquí en sus propias palabras la
historia de un hombre que revoluciono la criminología e inspiró, en parte, el
guión de la película “El silencio de los inocentes”.
Cuando
estaba yo recién incorporado a la FBI en Detroit Michigan, la oficina hizo una
redada de apostadores un domingo en que se jugaba el Super Tazón, el Campeonato
de Fútbol Americano de los Estados Unidos; se escogió esa fecha porque es en la
que más apuestas ilegales se cruzan en todo el año en el país. Aprehendimos a mas de 200 rufianes y a mi me
toco llevar esposado en el asiento trasero del coche a un corredor de apuestas
muy amigable.
Como me
interesaba ante todo el modo de pensar de los delincuentes y ya tenía algo de
experiencia en el interrogatorio de asaltantes de bancos, le pregunté por que se dedicaba al hampa.
Porque me
encanta - fue la inesperada respuesta.
Pero a un
tipo listo como usted seguramente no le costaría ganarse la vida con honradez.
El meneo la
cabeza ante mi ingenuidad y señalo la ventanilla, que estaba mojada por la
lluvia.
¿Ve esas dos
gotas? – Me dijo - Le apuesto a que la de la izquierda llega abajo antes que la
de la derecha.
¿Se da
cuenta? Para apostar no hace falta el Super Tazón; con dos gotas de agua basta.
Haga lo que haga no podrá detenernos, así somos y ya.
Aquella
breve plática me dio una lección. Aprendí que en lo mas recóndito de la mente de un delincuente hay algo que lo
impulsa a comportarse como tal. Este habría de volverse el meollo de mis
ocupaciones en la Unidad de Ciencias de la Conducta de la Academia Nacional de
la FBI en Quantico, Virginia.
Más tarde
utilizaría el termino “firma” para referirme a este
impulso personal y característico, que es invariable, a diferencia del modus
operandi que puede cambiar.
Cuanto más
interrogaba a los delincuentes, mayor era mi conocimiento sobre la forma en que
los más astutos maquinaban sus fechorías. Los ladrones de bancos avesados, por
ejemplo, acostumbraban visitar los establecimientos con anticipación, no solo
para reconocer su disposición física, sino también para averiguar en cuales
trabajaban solo mujeres. Y una vez que dan el golpe tienen mucho cuidado de
llevarse consigo la nota en la que han advertido del atraco al personal. Cuando
se reconocen estas pautas de conducta, es posible tomar medidas para atrapar a
los maleantes como yo sabía que a los atracadores no les gusta robar bancos que
no hayan visitado antes, mis colegas y yo pedimos al personal bancario que
anotara la matrícula automovilística de cualquier desconocido que acudiera a
hacer operaciones comunes, como cambiar billetes por monedas
fraccionarias. También dimos
instrucciones a los cajeros para que durante los atracos dejaran caer
“nerviosamente” la nota del asaltante, la cual constituye una prueba valiosa tras
implantar estos sencillos procedimientos, redujimos de manera notable el número
de atracos en Detroit y en Milwaukee, Wisconsin, ciudad esta última donde viví
varios años. Conocí a mi esposa, Pam, en Detroit y, una vez que nos casamos, yo
me mudé a Milwaukee y más tarde ella me alcanzó. Allí me concedieron una serie
de honores por resolver una serie de robos bancarios, pero lo mejor que me
ocurrió fue el nacimiento de mi hija mayor, Ericka. Yo dedicaba largas jornadas
al esclarecimiento de los atracos, y por la noche asistía a unos cursos de postgrados.
La recién nacida representó aún menos horas de sueno para mi, pero Pam se hacía
cargo de ella. La paternidad fue un estímulo para mi ambición profesional, y
conseguí una recomendación de mi jefe para asistir a un curso de negociación
con secuestradores, el cual se impartiría en la Academia Nacional de la FBI.
Aquellas dos
semanas cambiaron el rumbo de mi vida; fueron mi primer contacto con el campo
de las Ciencias de la Conducta Delictiva, y quedé encantado, además de
que causé una impresión favorable en mis profesores; tanto, que en Junio de
1977 me invitaron a incorporarme a la Unidad de Ciencias de la Conducta de la
Academia para enseñar a los agentes y otros estudiantes la psicología y la
motivación de los delincuentes violentos. Desde el principio me sentí incómodo
con la tarea. Por una parte, debía exponer casos de los que no tenía
conocimiento de primera mano; por la otra, ni siquiera representaba los 32 años
que tenía. Entonces, con qué autoridad iba yo a dar lecciones a unos agentes de
más edad y experiencia? Estas preocupaciones habrían de llevarme a la siguiente
y más sombría etapa de mi vida.
CON OJOS DE ASESINO
En 1978 mi
mentor, Bob Resler y yo comprendimos que nuestros cursos de psicología
criminal eran tan teóricos, que de poco servían a los agentes para hacer
detenciones. Sugerí que, como casi todos los homicidas múltiples cuyos casos
exponíamos, vivían aun quizá valdría la pena interrogarlos sobre los motivos
que habían tenido para matar y sobre su propio sentir en torno a la comisión de
los delitos.
El primer
asesino con el que decidimos hablar fue Kemper, quien estaba purgando varias
condenas de cadena perpetua en California. Nos pareció un candidato idóneo
porque en la Academia habíamos estudiado su caso sin habernos entrevistado
jamás con él.
El caso
estaba bien documentado. Edmund Emile Kemper nació del 18 de Diciembre de 1948
en California. Como la mayoría de los asesinos reincidentes, se crió en el seno
de una familia disfuncional cuyos padres peleaban constantemente. Con el tiempo
se divorciaron, y la madre mando a Ed a vivir a la apartada granja de sus
abuelos paternos. Cuando el corpulento muchacho tenía quince anos, disparó
contra su abuela y luego la apuñaló porque ella insistía en que la ayudara con
las tareas domésticas. Después le pegó un tiro a su abuelo y dejo el cadáver
tendido en el jardín. Las autoridades lo internaron en una institución para
psicópatas. Lo soltaron cuando tenía 21 años, pese a la oposición de los
psiquiatras forenses, y lo pusieron al cuidado de su madre. Para entonces ya
media dos metros con cinco centímetros de estatura y pesaba unos 135 kilos.
Ed Kemper en su ficha oficial de la Policía Norteamericana
El 7 de Mayo
de 1972 recogió en su coche a dos muchachas de la Universidad Estatal de
Fresno, las llevó a un sitio retirado y allí las mató a puñaladas. Luego
trasladó los cuerpos a la casa de su madre, les sacó fotografías, las
descuartizó, y enterró los restos en un cerro en las inmediaciones. En unos
cuantos meses asesinó a tres universitarias más y a una chica de quince años. Mientras se entregaba a esta orgía criminal
acudió a una de las evaluaciones psiquiátricas a las que debía someterse con
regularidad, y fingió tal lucidez que, según los peritos que lo examinaron, ya
no representaba una amenaza para si mismo
ni para los demás. Ese día llevaba en el portaequipaje de su coche los
restos de su víctima más reciente. Finalmente Kemper mató a su madre y a una
amiga de esta; lo aprehendieron, confesó todos sus crímenes y lo declararon
culpable de ocho asesinatos en primer grado. Cuando le preguntaron que castigo
pensaba que merecía contesto: “La muerte
por tortura”. Kemper accedió de buen grado a conversar con Bob y conmigo.
Entrar en una penitenciaria de alta seguridad es escalofriante, incluso para un
agente de la Policía Federal. Hay que entregar la pistola y firmar un documento
que exime a las autoridades carcelarias de toda responsabilidad en caso de que
se produzca un motín y quede uno secuestrado.
Lo primero
que me llamó la atención cuando llevaron a Kemper al cuarto de entrevistas fue
su talla descomunal; fácilmente habría podido quebrarnos los huesos a Bob y a
mi. Llevaba el pelo, castaño oscuro, un poco largo; tenía un tupido bigote e
iba vestido con una camisa de faena desabotonada que dejaba ver su prominente
abdomen bajo una camiseta blanca. Poseía una inteligencia sobresaliente; de
acuerdo con los registros de la prisión, su cociente intelectual era de 145.
Nos contó
que su madre siempre lo había odiado, pues desde niño se parecía a su padre.
Cuando cumplió diez años ya era un gigante para su edad. Como su madre temía
que pudiera abusar sexualmente de su hermana, lo hacía dormir en un sótano que
no tenía ventanas junto al horno de la calefacción. Recluido como un reo y
obligado a sentirse culpable y peligroso cuando nada malo había hecho, se
obsesionó con la idea de matar. Hacia el momento de la separación definitiva de
sus padres mato y descuartizó a los dos gatos de la familia. Más tarde
averiguamos que la crueldad infantil hacia los animales es el rasgo principal
de los tres que caracterizan la personalidad del asesino en cierne (luego
llamada “triada del homicida”; los otros dos son la piromanía y la enuresis crónica,
esto es la incontinencia urinaria durante el sueño pasada la edad en que esto
es normal).
Irónicamente,
Kemper trató una vez de entrar a formar parte de la Policía de Caminos de
California, pero lo rechazaron. También esta
característica resultó común a muchos de los asesinos y violadores múltiples a
los que estudiamos más adelante. Si se tiene en cuenta que la mayoría de
ellos son individuos fracasados y resentidos, no es de extrañar que en algún
momento se ilusionen con la idea de hacerse policías, que son representantes de
la autoridad e inspiran respeto.
Al no ser
admitidos en el cuerpo policial, los maleantes suelen conseguir empleos
sustitutivos, quizás como veladores o guardias de seguridad privados y muchos
se hacen de vehículos parecidos a los policiacos, además, un gran número de
infractores reincidentes admiran a los guardianes del orden. Kemper nos contó
que él frecuentaba los sitios de reunión de los agentes y entablaba
conversación con ellos lo cual no solo lo hacía sentirse parte del grupo sino
que le proporcionaba información reservada sobre el avance de las
investigaciones de sus propios crímenes.
Es espantoso lo que él y otros
delincuentes violentos padecieron en la niñez, pero estoy convencido de que
casi todos son responsables de sus
actos, siguen el camino del delito por elección propia y deben, por tanto,
afrontar las consecuencias. Por otra parte el hecho de que conserven buena
conducta en prisión no forzosamente indica que seguirán haciéndolo si se los
deja en libertad, aunque algunos jueces, abogados defensores y psiquiatras
sostengan lo contrario. Kemper se salió con la suya ocho veces porque continuamente
refinaba su técnica, todas las circunstancias de sus crímenes desde discurrir
la manera correcta de atraer a sus víctimas al coche eran desafíos para el.
Según nos contó cuando se detenía para recoger a una chica que le pedía que la
llevara le preguntaba a donde iba y luego miraba su reloj para hacerle creer
que tenía prisa, al dar la impresión de ser un hombre ocupado con cosas más
importantes que hacer se ganaba la confianza de la joven. Esto nos rebeló otro
hecho significativo, nuestro proceder habitual de juzgar a los desconocidos
por sus palabras y ademanes no sirve de nada cuando se trata de psicopatías.
Tuvimos varias reuniones con Kemper y otros delincuentes violentos, cuando
habíamos realizado una decena de entrevistas nos quedo claro que íbamos por
buen camino.
La Doctora Ann Burgess, una de las expertas en violación mas
reconocida de Estados Unidos, quedó impresionada al escuchar de nuestro trabajo
y penso que si colaborábamos los tres podríamos revolucionar la comprensión de
la conducta criminal. Ann obtuvo una subvención del Instituto Nacional de
Justicia con la cual se puso en marcha el proyecto de Investigación de la
Personalidad Criminal. Luego de un minucioso estudio de 36 presidiarios
consideramos que estabamos en condiciones de deducir el perfil psicológico de
los asesinos con base en las pruebas dejadas en el lugar de los hechos. Lo que
aumentaría nuestra eficiencia para aprenderlos y procesarlos. Con la
publicación de nuestro libro Sexual Homicide Patterns and Motives (Homicidio
Sexual: Pautas y Motivos), el análisis criminológico entró en la era
moderna.
Ya sabíamos
que los asesinos múltiples aprendían de su experiencia, pero al parecer sus
perseguidores comenzábamos a aprender mas a prisa que ellos.
QUE DISPARATE!
En otro tiempo
la mayoría de los delitos violentos como el homicidio se daban entre personas
conocidas y como consecuencias de sentimientos que todos llegamos a
experimentar en algún momento, cólera, codicia, celos, sed de venganza; sin
embargo en la actualidad es cada vez mayor el numero de crímenes perpetrados en
contra de extraños y en años recientes ha proliferado una peligrosa casta de
transgresores, los asesinos y violadores múltiples. Como estos criminales no
conocen a sus víctimas y tienen móviles complejos son mas difíciles de atrapar,
por extraño que parezca la única forma es pensar como ellos, adentrarse en su
mente de cazadores. No es una empresa fácil ni agradable, pero es la que hemos
aprendido mis compañeros de la FBI y yo.
Uno de los
primeros casos en que intervine comenzó en Agosto de 1979 con la desaparición
de Edda Kane, ejecutiva bancaria de 44 años que había ido de excursión a una
abrupta ladera que da a la bahía de San Francisco, al ver que se hacía de noche
y ella no regresaba su esposo llamó a la policía y la tarde del día siguiente
hallaron el cadáver de la señora desnudo y de rodillas como si estuviera
suplicando todavía que no le quitaran la vida. La habían asesinado de un tiro
en la nuca. En Marzo del año siguiente se halló en la misma zona el cuerpo de
una joven de 23 años y en Octubre el de una deportista de 26 años con un
impacto de bala en la cien derecha. Después, en un mismo día de Noviembre, se
encontraron los cadáveres de tres mujeres y un hombre en un parque situado a
tres kilómetros de San Francisco, hallazgo suscitó una oleada de indignación.
Aunque la opinión pública presionaba más y más para que se atrapara al culpable
la policía no hallaba que hacer. Varios testigos declararon haber visto a las
víctimas en compañía de un hombre un poco antes de ocurridas las muertes, pero
sus descripciones del sujeto diferían. Pese a los afanes conjuntos de diez
agentes policiales y la oficina local de la FBI no había pistas del homicida,
entonces los investigadores se pusieron en contacto con la Academia Nacional de
la FBI donde yo estaba perfeccionando una técnica de averiguación policiaca
llamada Especificación de la Personalidad Criminal. Como era el único
miembro de la unidad de Ciencias de la Conducta que dedicaba toda la jornada al
esclarecimiento de los delitos me enviaron a San Francisco, allí comencé por
revisar los informes policiales y fotografías de los lugares de los hechos, me
llamó la atención en particular la observación de un investigador de que todos
los asesinatos se habían perpetrado en sitios solitarios y muy arbolados.
Expuse mis conclusiones ante un nutrido grupo de policías reunidos en una sala
de conferencias, al pasar la mirada por los asistentes noté que muchos tenían
el pelo cano, eran expertos jubilados a los que habían sacado de su retiro con
tal de dar con el asesino. En mi opinión se trataba de un sujeto antisocial
con poca confianza en si mismo, como carecía de poder de convencimiento y todas
sus víctimas tenían buena condición física, su única manera de someterlas había
sido atacándolas por sorpresa y por la espalda, supuse que procedía de una
familia perturbada y que ya había cumplido alguna condena en la cárcel, por
violación o mas probablemente por tentativa de violación. Para haberse decidido
a matar debía encontrarse bajo la presión de un hecho desencadenante como el
nacimiento de un hijo o la perdida de su
mujer. Era blanco pues todas las víctimas lo eran y estos crímenes generalmente
se dan entre individuos de la misma raza. La contundencia de los ataques y el
hecho de que hubiera eludido a la policía me hacían pensar que no era joven, de
35 años por lo menos y que tenía un cuociente intelectual muy superior al
promedio. Era probable que en la niñez hubiera presentado enuresis, piromanía o
crueldad con los animales o por lo menos dos de estos tres rasgos. Otra cosa,
-añadí tras un intencionado silencio- debe tener algún trastorno de lenguaje.
De un vistazo adivine lo que pensaban los policías, ¡Qué disparate! ¿Por qué
supone eso? Acaso ha visto huellas de algún tartamudo en alguna herida?
–Preguntó un agente con sorna- No- conteste,- y procedí a explicarle el
hecho de que el asesino hubiera atacado furtivamente pese a encontrarse en
lugares solitarios indicaba que tenía un defecto del cual se avergonzaba, como
los informes de los testigos no mencionaban nada al respecto se trataba de algo
que no se notaba a simple vista sino solo oyendo hablar al homicida. Puede que
me equivoque en lo referente a la edad y a la inteligencia, pero no cabe duda
de que tiene un defecto que lo avergüenza, tal vez no sea un trastorno del
habla, pero yo creo que si lo es.-
El 29 de
Marzo de 1981 el asesino volvió a atacar, esta vez disparando contra una pareja
en un parque estatal, mató a la mujer, Helen Mary Hansen de 20 años, pero solo
hirió a su novio Steven Hartle a quien dio por muerto. Hartle declaró a la
policía que el agresor era un hombre algo calvo, de entre 50 y 60 años, con los
dientes disparejos y amarillentos. Ciertos testimonios relacionaban a un
individuo de esas señas con un auto europeo quizás un Fiat rojo de modelo
reciente. El análisis balístico confirmo que en este crimen se había utilizado
la misma arma que en los demás. Al cabo de un mes desapareció Heather Roxanne
Scagg, linda rubia de 20 años que estudiaba en una escuela de artes gráficas de
las cercanías de San Francisco, según familiares y amigos suyos había ido a ver
a David Carppenter, profesor de técnicas industriales de la escuela para
comprarle un automóvil de un amigo. Carpenter tenía 50 años y era dueño de un
Fiat rojo. La policía y la FBI lo sometieron a vigilancia y el cerco empezó a
estrecharse. Al fin lo aprehendieron, le
formaron proceso y el tribunal lo declaró culpable de los asesinatos y lo
condenó a muerte, más tarde se averiguo que Carpenter había estado en la
carel en 1960 por agredir a una mujer con un puñal y un martillo, delito que
cometió a raíz de que su esposa, con la que estaba mal avenido, diera a luz. De
niño Carpenter tuvo que soportar a una madre dominante y a un padre que lo
golpeaba, padecía enuresis crónica y era cruel con los animales, también tenía
una inteligencia superior al promedio y los demás chicos se burlaban de él
continuamente porque era tartamudo.
David Carpenter en su ficha policiaca
A LA CAZA DE UN DINAMITERO
Los
investigadores me preguntaron como había podido elaborar una descripción tan
precisa. Mi método, les expliqué, consiste en reunir todas las pruebas
disponibles, informes policiales, fotos, descripciones del lugar de los hechos,
así como testimonios de las víctimas sobrevivientes si las hubiera y resultados
de las autopsias y tratar de responder con ellas la incógnita fundamental: ¿Qué
clase de persona puede haberlo hecho?
Por más que
un asesino múltiple se empeñe en despistarnos siempre dejará, lo quiera o no,
huellas de sus actos. Fue Sherlock Holmes, el personaje creado por Sir Artur
Connan Doyle, quien dio a conocer al público lego este principio de la
investigación criminológica. “La
peculiaridad es casi siempre una pista, cuanto más común y corriente es un
crimen más difícil es resolverlo”. Dicho de otro modo; de la cantidad de
información con que contemos sobre los actos del malhechor, dependerá la
exactitud de la descripción que presentemos a la policía y cuanto más
específica sea la descripción, menor resultara el número de sospechosos y más
fácil dar con el culpable. Sin embargo hubo de pasar medio siglo desde que las
observaciones de Holmes se publicaron para que el método de especificación de
la personalidad criminal saliera de las páginas de los libros y se hiciera
realidad.
Esto sucedió
a mediados de los años 50 cuando New York padecía los estragos del Dinamitero
loco que en el curso de 30 años había hecho estallar 30 bombas en distintos
sitios públicos de la ciudad. Yo era entonces un niño y vivía en el distrito de
Brooklin de modo que lo recuerdo bien. La policía impotente pidió ayuda a un
psiquiatra de la población de Grenwich Village, el doctor James Brussel,
quien revisó minuciosamente las fotos de los lugares afectados y las burlonas
cartas que el terrorista enviaba a los periódicos, por las pautas de conducta
que observó, Brussel concluyó entre otras cosas que el criminal era un
paranoico que odiaba a su padre, tenía un apego obsesivo a su madre y vivía en
alguna ciudad de Connecticut. Al final de la descripción el experto
recomendaba; “busquen a un hombre de complexión mediana y edad madura, nacido en el
extranjero, católico y soltero, vive con un hermano o hermana, lo más probable
es que vaya vestido con un traje de chaqueta cruzada y que la lleve abotonada.”
Dr. James Brussel
Ciertas alusiones
de las cartas hacían suponer que el dinamitero podía ser un empleado o ex
empleado descontento de la compañía que suministraba energía eléctrica a la
ciudad. Al comparar la descripción hecha
por Brussel con los archivos del personal de la empresa la policía dio con el
nombre de George Metensky, quien había trabajado allí antes de los
atentados y luego se había mudado a Waterbury, Connecticut. Cuando fueron a
hacer la detención los agentes se encontraron en efecto con un individuo de
edad madura, nacido en el extranjero, católico y soltero; la única discrepancia
respecto a la descripción era que vivía con dos hermanas solteras. Los policías
le pidieron que se vistiera para acompañarlos a la comisaria y al poco rato lo
vieron salir de su habitación con un traje de chaqueta cruzada, llevando la
chaqueta abotonada.
George Metensky en su celda
El doctor
Brussel explicó que el trabajo normal de un psiquiatra consiste en examinar a
un individuo y partiendo del examen inferir como se comportara en determinadas
situaciones, para poder llegar a sus sorprendentes conclusiones el experto
simplemente siguió el procedimiento inverso infirió la personalidad del
individuo partiendo de las pruebas de sus actos. En opinión de los especialistas quizás el caso del dinamitero loco haya
sido fácil de resolver comparado con los que se presentan hoy en día, pero no
por ello deja de ser un hito en el desarrollo de las ciencias de la conducta
criminal. Brussel utilizó lo que en lenguaje común se llama deducción y
en términos mas técnicos razonamiento inductivo, sacar conclusiones
generales partiendo de datos particulares. En 1970 cuando ingresé en la
Academia Nacional de la FBI, los profesores de la Unidad de Ciencias de la
Conducta comenzaban a enseñar el procedimiento Brussel.
PRUEBA DE FUEGO
En 1979, año
en que ya nuestra labor era bien conocida en los círculos policiales, recibimos
unas 50 solicitudes de perfiles psicológicos de delincuentes, la cifra se
duplicó al año siguiente y volvió a hacerlo en 1981. Con todo, los directivos
de la FBI, no estaban convencidos que el servicio que prestábamos compensara
adecuadamente la cantidad de dinero y personal que se nos asignaba. La
elaboración de perfiles era todavía una tarea difícil de evaluar y muchos
funcionarios la consideraban cosa de charlatanes. Para decidir si el programa
debía continuar, la oficina central distribuyó una encuesta entre los usuarios
del servicio. Investigadores de todo el país enviaron cartas pidiendo
encarecidamente a la FBI que no dejara de preparar los perfiles, pues según afirmaron
eran muy útiles para reducir las listas de sospechosos y precisar la dirección
de las pesquisas. Debo aclarar que mis colegas y yo no interveníamos, ni
intervenimos ahora en la aprehensión de los criminales, tarea que corresponde a
la policía de cada lugar, lo que hacemos es ayudarles a determinar el rumbo de
sus investigaciones. **Buen ejemplo de esto es nuestra participación en el
esclarecimiento del asesinato de Francine Elveson, crimen brutal y sin sentido
perpetrado en Octubre de 1979, el caso aun se estudia en la Academia Nacional
de la FBI porque ilustra muy bien como un perfil elaborado por nosotros ayudó a
que la policía aclarara un proceso misterioso. Francine Elveson de 26 años era
maestra de una guardería de niños minusválidos, tenía la rara virtud de
identificarse con ellos, tímida y menuda, pesaba 40 kilos y media 1.50 metros
de estatura, vivía con sus padres en un departamento del distrito newyorquino
del Bronx. Un día se levantó como era su costumbre a las 06:30 AM, a eso de las
08:20 un vecino de 15 años halló la billetera de la joven en las escaleras, la
madre de Francine llamó por teléfono a la guardería y le dijeron que su hija no
se había presentado a trabajar. Alarmada, la señora se puso a registrar el
edificio en compañía de varios vecinos, al llegar al rellano de la azotea se
encontraron con un cuadro espeluznante, el cadáver de Francine yacía en el
suelo, desnudo y salvajemente lacerado, en el muslo el homicida había escrito
con pluma: “No podrán detenerme”. La
señora Elveson declaró a la policía que al cuerpo le faltaba un dije de oro en
forma de la palabra hebrea “chai” que quiere decir “buena suerte”, cuando
describió la alhaja los investigadores advirtieron que el asesino cumpliendo
una especie de rito había colocado el cadáver de manera que imitara dicha
forma. La policía determinó que Francine había sufrido el ataque cuando iba
bajando las escaleras, luego de golpearla hasta dejarla inconsciente el agresor
la subió a la azotea y la estranguló con la correa de su propio bolso, la
autopsia reveló que no había habido violación, puesto que el cuerpo no
presentaba heridas en las manos ni restos de piel del homicida bajo las uñas.
La joven no había opuesto resistencia. Por su bestialidad el crimen despertó
mucho interés en los medios de comunicación, un equipo de 26 investigadores
interrogó a más de dos mil personas, entre sospechosos y posibles testigos y
revisó los registros de los delincuentes sexuales de la zona metropolitana de
New York, sin embargo, al cabo de varios meses, las pesquisas llegaron a un
callejón sin salida. De modo que los investigadores reunieron archivos,
informes y fotos y nos los llevaron a Quantico. Tras revisar las pruebas e
imaginar el crimen adoptando sucesivamente los puntos de vista de la víctima y
del asesino preparé un perfil de este.
Mi primera
impresión fue que el homicidio había sido impremeditado, pues su autor no
llevaba ningún arma y todos los instrumentos que usó para cometerlo pertenecían
a la víctima, tampoco estaba acechándola, de haberlo intentado es probable que
no lo hubiera conseguido pues según rebelaron los Elveson su hija usaba
indistintamente las escaleras y el ascensor, esto me llevo a suponer que la
presencia del homicida en el edificio era coincidencia, tal vez allí vivía o
conocía el lugar y puesto que los vecinos no habían notado nada fuera de lo
común, también ellos lo conocían, incluso Francine que no había gritado ni
forcejeado con el. Otros detalles me permitieron formarme una idea más precisa
del culpable, el hecho de que estuviera ocioso mientras la gente se iba a
trabajar quizá indicara que no tenía un empleo bien remunerado y por lo mismo
que el dinero no le alcanzaba para vivir solo ni para compartir el alquiler de
una vivienda con una persona ajena a su familia. Así pues quizás vivía con sus
padres o mas probablemente con uno solo de ellos o con alguna parienta mucho
mayor que él. Las atrocidades que cometió con el cuerpo de Francine eran claro
indicio de graves perturbaciones mentales, era muy posible que alguna vez hubiera
intentado suicidarse, quizá por estrangulación, su método para matar. Me atreví
a suponer que estaba o había estado internado en una institución psiquiátrica y
que aquel era su primer asesinato, aunque si no lo atrapaban y las
circunstancias lo favorecían no sería el último, como lo más probable era que
viviera en el barrio, les dije a los investigadores que no andaba lejos y que
sin duda ya lo habían interrogado, luego de leer el perfil que preparé la
policía redujo su larga lista de sospechosos a solo 22 individuos y finalmente
dio con uno que encajaba notablemente con la descripción; un actor desempleado
de nombres Carmine Calabro. El individuo de 30 años vivía por temporadas con su
padre viudo en el mismo edificio y en el mismo piso que los Elveson, cuando la
policía registró su domicilio encontró una extensa colección de pornografía
sadomasoquista, se supo también que Calabro había intentado suicidarse varias
veces, unas por ahorcamiento y otras por asfixia, antes y despues de matar a
Francine. La policía lo había descartado porque tenía una coartada, su padre
haba declarado a los agentes que el día del asesinato su hijo estaba internado
en un hospital psiquiátrico de la ciudad recibiendo tratamiento para la
depresión, sin embargo, cuando se verificó la coartada se supo que la
vigilancia del hospital había fallado y que el enfermo se había ausentado sin
permiso la víspera del asesinato. La policía lo detuvo en seguida y le tomó una
impresión dental, la cual coincidió ampliamente según peritos dentistas con las
mordeduras que presentaba el cuerpo de Francine, esta prueba resulto decisiva
para declarar a Calabro culpable de asesinato e imponerle una pena de entre 25
años de cárcel y cadena perpetua.
EL TALÓN DE AQUILES
Aunque tarde
algún tiempo en averiguarlo hasta los criminales mas astutos y refinados tienen
sus puntos flacos. Por inteligentes que sean y enterados que estén de nuestros
procedimientos siempre hay un modo de echarles el guante solo es cuestión de
discurrir cómo. Un día al conversar con Gary Trapnell, célebre atracador y
pirata aéreo que purgaba una sus delitos en una prisión federal en Marion,
Illinois; comprendí que era tan inteligente y perspicaz como cualquiera de los
criminales a los que yo había estudiado, se consideraba tan astuto que según
asevero de no estar encerrado seria capaz de burlar la acción de la justicia.
“No podrían pescarme” –dijo.- De acuerdo, -contesté- supongamos que estas en
libertad, eres lo bastante listo para saber que tienes que evitar cualquier
contacto con tu familia y mantenerte apartado de la policía federal, pero los
dos sabemos que tu padre era un militar de alto rango condecorado, tu lo
querías y lo respetabas y comenzaste a delinquir cuando el murió, - al ver que
aguzaba las orejas supe que no andaba yo tan desencaminado- tu padre está
enterrado en el cementerio general de Arlinton, que pasaría si yo apostara unos
agentes cerca de su tumba en la temporada de Navidad, en la fecha de su
cumpleaños y en el aniversario de su muerte? – Me atraparían! – acepto al fin
Trapnell sin poder reprimir una amarga sonrisa.-
Esta
entrevista me fue de gran utilidad cuando años después me llamaron a Georgia
para que ayudara a resolver un crimen. Una tarde Mary Frances Stoner, bonita y
sociable niña de doce años desapareció luego de que un autobús escolar la dejó
frente a su casa. Más tarde una pareja que paseaba por un sitio solitario y
arbolado a unos 15 kilómetros de distancia distinguió en la espesura algo de
color amarillo vivo, era el abrigo de la niña que estaba cubriendo la cabeza de
su cuerpo sin vida. La autopsia revelo que la habían violado y que la causa de
la muerte había sido un golpe en la cabeza con una piedra. Tras estudiar la
documentación y las fotos del caso concluí que se trataba de una violación improvisada,
que el homicidio no había sido intencional como Mary Frances era amistosa y
confiada el violador primeramente la atrajo a su automóvil y luego se la llevó
por la fuerza. A juzgar por la lejanía del boscaje donde se encontró el cuerpo
estaba familiarizado con la zona. No me parecía que conociera bien a la niña,
pero si lo suficiente como para que ella se le acercara. Perpetró el crimen con
suma meticulosidad y el hecho de que hubiera cubierto la cabeza de la víctima
con el abrigo daba a entender que no se enorgullecía de lo que había hecho. Por
otra parte la policía debía actuar contra reloj, como se trataba de un individuo metódico cuanto más tiempo tuviera para
reflexionar más probable sería que se justificara culpando a la víctima y mas
trabajo costaría sacarle una confesión. Además, en cuanto calculara que ya
no despertaría sospechas se mudaría de ciudad y pondría en peligro la vida de
otra niña. Puesto que a todas luces era un vecino del barrio casi no cabida
duda de que ya lo habían interrogado, según expuse a la policía era un
individuo de entre 25 y 30 años de edad con dificultades conyugales y
antecedentes penales. Yo sabía por experiencia que la gente ordenada y
compulsiva prefiere los coches obscuros así que él quizá tuviera uno de color
azul marino o negro muy bien cuidado. Esa descripción coincidía con un sujeto
al que habíamos descartado, se trataba
de Darrel Jen Devier, joven de 24 años, casado y divorciado dos veces, era
sospechoso en otro caso de violación y tenía un Ford Pinto negro de hacia tres
años en buen estado. Unas dos semanas antes de la desaparición de la niña,
Devier, empleado de la compañía eléctrica,
había podado los árboles de la calle donde vivían los Stoner y la
policía ya lo había interrogado con el detector de mentiras, pero la prueba
nunca fue concluyente. Ahora se sabe que se puede falsear el resultado, solo
podrían atraparlo si simulaban otro interrogatorio. Les expliqué que primera
mente debían citarlo de noche, el se sentiría mas tranquilo sabiendo que no lo
exhibirían como un trofeo delante de los medios de comunicación, asimismo el
hecho de que lo hicieran comparecer a deshoras también le harían ver la
seriedad y la determinación de la policía. Debe haber agentes tanto de la
policía local como de la oficina de la FBI en Atlanta, así entenderá que tiene
encima todo el peso de la ley. En segundo lugar debían dejar el cuarto a media
luz para crear un ambiente misterioso, colocar rimeros de carpetas con su
nombre a simple vista y lo mas importante, colocar la piedra ensangrentada en
una mesa ligeramente lejos de su campo visual de modo que tenga que girar la
cabeza ligeramente para mirarla. “No le
digan ni una palabra sobre la piedra, pero obsérvenlo con atención, si es
culpable no podrá hacer como que no la ve.” Basado en todos los casos que yo
había estudiado sabía que es muy difícil matar con un arma contundente sin
mancharse con la sangre de la víctima. “Si se pone nervioso- concluí- mírenlo a
los ojos y díganle que lo más perturbador del caso es que la sangre de Mary lo
salpicó.” Los agentes siguieron mis recomendaciones al pie de la letra y en
cuanto Devier entro en el cuarto del interrogatorio miró la piedra y comenzó a
sudar y a jadear, al declarar vaciló y se puso a la defensiva y cuando le
mencionaron la sangre se alteró ostensiblemente. Al final confesó no solo la
muerte de Mary Frances sino también la otra violación. Un tribunal lo declaró
culpable de la violación y el asesinato de Maty Frances Stoner y lo condenó a
muerte. El 17 de Mayo de 1995 a casi 16 años de su aprehensión, Devier fue
ejecutado en la silla eléctrica, no pude menos de pensar que habían pasado
casi cuatro años mas de los que Mary Frances Stoner habría vivido. El
interrogatorio de Devier demostró una verdad elemental, nadie es invulnerable, todo
el mundo tiene su talón de Aquiles.
LOS ASESINATOS DE ATLANTA
Acaso el
mayor reto al que me he enfrentado en mi carrera de psicológico criminológico
halla sido el caso de un homicida múltiple de Atlanta, el verano de 1979
comenzaron a desaparecer adolescentes negros de esta ciudad, casi todos
varones, a un ritmo alarmante y más
tarde se encontraban asesinados. La situación que habría de persistir un año y
medio se tornó tan critica que el alcalde Maynard Jackson pidió a la casa
blanca que la FBI realizara una investigación a fondo. Cuando llegue a la
ciudad habían muerto 16 muchachos, me acompañaba Roy Hazelwood, agente especial
que se ocupaba de la mayoría de los casos de violación que atendíamos en la
unidad de ciencias de la conducta. Nuestro objetivo principal era averiguar si
todos los asesinatos tenían relación. Después de revisar un gran número de
informes e interrogar a los familiares de los chicos y visitar los lugares de
los hechos, Roy y yo, cada uno por su lado sacamos conclusiones casi idénticas.
Primero: Aunque todas las víctimas eran negras no creíamos que los crímenes
estuvieran motivados por el racismo. Segundo: No nos cabía duda de que el
asesino era negro. Tercero: Muchas muertes y desapariciones estaban
relacionadas, pero no todas.
Descartamos
el móvil del racismo porque no se trata de actos públicos pensados para
intimidar como los linchamientos, además los cadáveres se habían encontrados en
barrios de población mayoritariamente negra donde un blanco no habría podido
merodear sin que lo vieran. Aunque cabía la posibilidad de que hubiera más de
un homicida creíamos que la mayoría de las muertes se debían al mismo individuo
quien no pararía hasta que lo encontraran. De acuerdo con el perfil que
preparamos se trataba de un hombre negro, soltero, de entre 25 y 29 años,
además yo suponía que era admirador de lo policial y podía tener un auto como
los de la corporación y un perro policía; pastor alemán o Doberman y que en
algún momento trataría de inmiscuirse en las pesquisas, lo creía porque en mi
opinión era un sujeto que se sabía inadaptado y se intimidaba ante la
autoridad, para resarcirse era probable que quisiera ser policía, pero
naturalmente no estaba a la altura de la responsabilidad. Lo que no preví era
que reaccionaría con tanta arrogancia a ciertas noticias de prensa, luego de
que fracasara la búsqueda de un cadáver al que se dio mucha publicidad el
asesino dejo su siguiente víctima en mitad del camino, a la vista de todo el
mundo, se salió de su proceder habitual con tal de demostrar su desprecio por
la prensa, la policía y el público. En Febrero de 1981 el revuelo de los medios
de comunicación era incontenible, por entonces cuando un médico forense anunció
que el pelo y las fibras textiles encontradas en el cadáver mas reciente coincidían
con los hallados en otras cinco víctimas yo ya tenía la certeza de que estas
habían sido asesinadas por la misma persona. Al ver la amplia difusión que se
dio al anuncio adiviné lo que iba a ocurrir, empezara a arrojar los cadáveres a
los ríos para deshacerse de las pruebas. Insté a la policía a que vigilara ríos
y canales, pero a la hora en que se terminó de organizar una operación conjunta
con la FBI se hallaron tres cuerpos más en el agua o en sus inmediaciones. Una
vez que todas las brigadas de vigilancia ocuparon sus puestos ya no sucedió
nada, al cabo de dos infructuosas semanas las autoridades decidieron que las
operaciones de vigilancia se suspenderían el 22 de Mayo a las seis de la
mañana. Ese día a eso de las dos y media
de la madrugada un policía novato que hacía su última ronda vio que un vehículo
se detenía en mitad del puente: “Han tirado algo pesado al agua” – anunció con
nerviosismo por su transmisor de radio -. El vehículo dio media vuelta y antes
de que se saliera del puente un coche de la policía le cerró el paso. El
vehículo detenido era una camioneta Chevy modelo 1970 y el conductor era un
hombre negro de corta estatura llamado Wayne Bertram Williams, explicó
amablemente que era promotor musical y que vivía con sus padres, no había
suficientes pruebas para aprehenderlo y obtener una orden judicial de registro,
pero quedó sometido a vigilancia, dos días después el cadáver de un hombre de
27 años salió a flote río debajo de donde estaba el puente. Wayne Williams se
ajustaba en todos los aspectos importantes al perfil que habíamos elaborado,
entre ellos el hecho de que tenía un pastor alemán, admiraba a la policía y
hace unos años lo habían detenido por hacerse pasar por agente, más tarde
consiguió un vehículo policiaco y captando por radio las transmisiones y
mensajes de la policía acudía a sacar fotos a los lugares adonde se cometían
los delitos. Cuando la policía comenzó a seguirle los pasos, Williams no tardó
en notarlo y se dedicó a sembrar pistas falsas por toda la ciudad. Las autoridades
no actuaron hasta que lo vieron quemando fotografías y haciendo limpieza en su
camioneta, entonces la FBI lo citó para interrogarlo, pero no pudo sacarle
ninguna confesión. Supuse que el interrogatorio no se había planeado como es
debido, finalmente la policía obtuvo una orden de registro, aunque Williams
había lavado la camioneta, los investigadores encontraron pelo y fibras
textiles que lo implicaban en doce de los asesinatos, precisamente los que yo
consideraba obra del mismo individuo. El Laboratorio Criminológico Estatal de
Georgia corroboró la coincidencia de algunas fibras como la ropa de varias
víctimas, por fin el 21 de Junio, Williams fue aprehendido por el último
homicidio, en tanto la investigación de otras muertes proseguía. Yo estaba
dando una conferencia en Virginia cuando se dio la noticia del arresto y uno de
los asistentes me pidió mi opinión; declaré con cautela que si Williams
resultaba ser el asesino múltiple era muy posible que fuera el autor de una
buena parte de los crímenes.” Yo ignoraba que el hombre que me hizo la pregunta
era reportero y mi declaración apareció en un periódico muy importante de la
ciudad sin la importante frase condicional. Al día siguiente todos los
noticieros de televisión y los periódicos más importantes me citaban
erróneamente. Un diario de Atlanta publicó este encabezado: “Williams podría
ser un asesino múltiple, afirma agente de la FBI.” Los funcionarios de la
oficina central estaban furiosos como al parecer yo había emitido un veredicto
de culpabilidad cuando apenas iba a comenzar el proceso, pendía sobre mi la
amenaza de una amonestación.
Ficha policíaca de Wayne Bertram Williams
Comparecí
ante la oficina de responsabilidad profesional de la FBI y tuve que explicar
por escrito las declaraciones que me atribuían los diarios una por una, al cabo
de varios días recibí una carta de amonestación y otra de aliento, después de
haberme entregado a la oficina en cuerpo y alma a costa de mi familia estaba en
riesgo de perder mi empleo. Acabábamos de anotarnos un triunfo en un asunto del
que estaba pendiente toda la nación, incluido el presidente y así me lo
agradecían. Con lágrimas en los ojos les dije a dos colegas que el desgaste
emocional que producía aquel trabajo ya no valía la pena, entonces recibí la
carta de aliento, era de mi padre y en ella me contaba de la ocasión en que lo
despidieron de su empleo de impresor en un periódico de Brooklin, también el se
había entristecido y sentido que perdía las riendas de su vida, pero con el
tiempo aprendió a afrontar con entereza lo que el destino le iba deparando. La
carta me acompañó a todas partes durante largo tiempo y me animó a decidir que por enfadado que
estuviera no renunciaría a mi cargo. El trabajo me importaba mucho, el proceso
de Wayne Williams ya estaba próximo y la fiscalía contaba con mi consejo.
EL PROCESO
La
acción judicial en contra de Wayne Williams comenzó en Enero de 1982, tras los
seis días que duró la elección del jurado el cual quedó compuesto por nueve
mujeres y tres hombres en su mayoría negros, aunque mis colegas y yo considerábamos
a Williams culpable de al menos 12 de los asesinatos el fiscal de distrito
decidió imputarle solo dos. En mi calidad de asesor del fiscal mi sitio estaba
detrás de la parte acusadora, cuya principal dificultad según observé era el
hecho de que Williams no parecía un asesino, tenía un aire apacible y cordial,
una manera correcta de expresarse, lentes gruesos, rasgos suaves y manos
delicadas. Todo lo cual le daba más bien aspecto de querubín. Para congraciarse
con el tribunal había hecho publicar declaraciones en las que sostenía su
inocencia y afirmaba que lo habían aprehendido solo por racismo. La fiscalía
temía que el acusado no estuviera dispuesto a testificar, pero yo no era de la
misma opinión, a juzgar por su arrogancia y sus declaraciones se creía capaz de
manipular el proceso, el alegato de la fiscalía se basó en unas setecientas
muestras de pelo y fibras textiles escrupulosamente analizadas que señalaban a
Williams como victimario de doce personas, en los doce cadáveres se habían
hallado fibras del cubrecamas del reo, de su camioneta y de las alfombras de su
casa. Aunque solo se le imputaban dos homicidios la ley de procedimientos
penales de Georgia permitía al estado mencionar los casos relacionados. Otra
dificultad consistía en que el alegato del fiscal era de carácter técnico y se
apoyaba en complicadísimos testimonios de la forma en que se tuercen los hilos
de las alfombras, cuando le llegó a la defensa el turno de rebatir tan
contundentes pruebas hecho mano de un carismático abogado que se parecía al
presidente Kennedy y que no dejaba de sonreírle al jurado. Por la tarde su
total desconocimiento del asunto y lo poco convincente de su discurso suscito
risas entre los integrantes de la fiscalía.
¿Que opinas
de todo esto Jhon? -Me preguntaron- ¡Creo que ustedes están perdiendo el
proceso! – respondí basado en mi observación del jurado, el tribunal le ha
creído al defensor.
Esto era lo
que menos esperaban oír, pero se quedaron aun más sorprendidos cuando Williams
decidió de improviso tomar la palabra tal y como yo lo había predicho. Por
espacio de dos días, el defensor, Al Binder, siguió sosteniendo que Williams
era víctima de un sistema judicial ineficiente y racista y que necesitaban un
chivo expiatorio a todo trance.
Mírenlo!
–Dijo Binder al jurado- ¿Acaso parece un asesino múltiple? Ponte de pie Wayne y
extiende las manos! Fíjense en su delicadeza! ¿Creen ustedes que este hombre
seria capaz de estrangular?
Wayne
representó el papel muy bien y resultó de la más creíble, así pues la mayor
duda de la fiscalía era de que manera lo interrogaría. Gracias a mi método de
adoptar puntos de vista ajenos, yo sabía por instinto como hacerlo aun sin
haber recibido instrucción procesal. Hay que mantenerlo en el estrado hasta que
reviente! –Le dije al fiscal de distrito adjunto, Jack Mallard.
Es un tipo
rígido y reprimido que no resistirá mucha presión, interrógalo sobre todos los
aspectos de su vida, incluso sobre cosas que no parezcan pertinentes al
proceso, por ejemplo como a que escuela asistió, una vez que lo hallas cansado,
acércate a él, invade su territorio y tócalo como hizo Al Binder, cógelo
desprevenido y sin dar tiempo a que la defensa objete pregúntale en voz baja si
sintió pánico cuando mató a esos chicos. Al principio del interrogatorio,
Mallard, hizo caer a Williams en varias contradicciones notorias, aunque sin
sacarlo de tino, pero al cabo de varias
horas en el momento mas oportuno lo tomó del brazo y en voz muy baja con el melodioso asentó de la región le
pregunto: ¿Qué sentiste al sujetar a tu víctima por el cuello? ¿Te
horrorizaste? - ¡No! –respondió el reo con voz casi inaudible- En seguida se
dio cuenta de lo que había hecho y tuvo un arrebato de ira, me señalo con el
dedo y grito: “Usted pretende hacerme coincidir con ese perfil de la FBI, pero
yo no voy a ayudarlo…” Mientras vociferaba llamando gorilas a los agentes de la
FBI e ineptos a los fiscales, sus defensores se levantaron de un salto para
expresar sus objeciones. Ese fue el momento decisivo del juicio, los jurados estaban
boquiabiertos, era la primera vez que veían la otra cara de Williams y
presenciaban la violencia de que era capaz. El 27 de Febrero de 1982, luego de
once horas de deliberación, lo declararon culpable de ambos asesinatos.
Actualmente esta purgando las dos condenas de cadena perpetua que le impuso el
juez.
AMENAZAS DE MUERTE
El caso de
Williams fue de gran ayuda para la Unidad de Ciencias de la Conducta, con el
probamos el valor de nuestro método y obtuvimos reconocimiento mundial, pero
sobre todo ayudamos a poner a otro criminal tras las rejas, en consecuencia
recibimos un aluvión de peticiones de perfiles venidos de todos los Estados
Unidos y de muchos otros países, la Policia Urbana y de Caminos, las Oficinas
Regionales de la FBI y los Organismos Estatales solicitaban nuestros servicios
para resolver no solo homicidios y violaciones sino casos de secuestros,
extorsión, suicidios y abuso sexual de menores.
El viernes
16 de Abril de 1982 unos agentes del Servicio Secreto de los Estados Unidos me
llevaron varias cartas en las que amenazaba de muerte al presidente Ronald
Reagan, dos de ellas se habitan recibido en el Servicio Sacreto en New York y
una en la oficina de la FBI de la misma ciudad y otras más en la de Washington.
Otra en el periódico Daily News de Filadelfia y dos en la misma Casa Blanca.
Entre los meses de Julio del 81 y Febrero del 82. Todas levaban la firma “CAT”
y se habían depositado en el correo en alguna de esas tres ciudades. El autor
llamaba al presidente “el mal de Dios” y “el diablo” y le anunciaba que
llevaría a cabo el proyecto de Jhon Hinckley, quien había atentado contra su
vida. Otros políticos partidarios de Reagan recibieron amenazas semejantes. Por
el lenguaje de las cartas, el lugar de donde se habían enviado y sus destinatarios
supuse que el remitente era de New York, según el perfil que preparé era un
hombre blanco, soltero de entre 25 y 30 años, nacido en New York y radicado en
las afueras de la ciudad. Probablemente se sentía fracasado quizás porque no
había podido realizar los sueños que para el tenían sus padres o alguien más.
El factor que lo había decidido a lanzar sus amenazas podía ser el servicio
militar, un divorcio, una enfermedad o la pérdida de un ser querido. Lo más
importante para el servicio secreto era confirmar si el autor de las cartas
representaba un peligro real, en mi opinión así era. Expliqué a los agentes que
se trataba de esa clase de sujeto que siempre anda en busca de algo que le de
sentido a su vida, sin duda esta era la primera vez que se sentía dueño de la
situación, experiencia agradable que lo impulsaría a correr mas riesgos y la
gente que correr riesgos es peligrosa. Deduje que el individuo preferiría
atacar a quema ropa aunque con ello perdiera la opción de escapar. Dada la
posibilidad de que su misión fuera suicida quizás estuviera escribiendo un
diario para la posteridad, para dar a conocer su historia al mundo. En este y
otros aspectos se parecía a Jhon Hinckley. La coyuntura que esperábamos se
presento con el décimo cuarto anónimo dirigido al Editor del Post en New York y
en el que “Cat” prometía una entrevista al periódico una vez que hubiese
cumplido su histórica misión. Ya que el se mostraba tan ansioso de dialogar con
un editor decidimos proporcionarle uno. Preparamos un agente del servicio
secreto para que se hiciera pasar los editor del Post, después insertamos en el
diario un anuncio cuidadosamente redactado y nos pusimos a esperar. El sujeto
se tragó el anzuelo y comenzó a telefonear al agente con regularidad aunque
cortaba antes de que se pudiera rastrear la procedencia de la llamada, yo tenía
la impresión de que se comunicaba desde un edificio público grande como una
estación importante de metro, un museo o una biblioteca. Finalmente nos ganamos
su confianza y lo mantuvimos al teléfono el tiempo suficiente para averiguar el
número. El 21 de Octubre de 1982 un grupo de agentes del Servicio Secreto y de
la FBI lo atraparon mientras llamaba desde una cabina telefónica en una
estación del metro. Su nombre era Alphonse Amodio newyorkino de 27 años que
solo había terminado la enseñanza media. Los agentes fueron al estrecho
apartamento plagado de cucarachas donde vivía con su familia en una zona
suburbana. “Odia al mundo y cree que el mundo lo odia a el”, comentó su madre
en evidente acuerdo con la descripción que habíamos preparado. Hacía años que
su hijo recortaba artículos de los periódicos y había llenado dos archivadores
de carpetas etiquetadas con los nombres de diversos políticos. Cuando era
pequeño tartamudeaba mucho, tanto que entro con retraso a la escuela. De
adolescente se enroló en el ejército, pero deserto tras completar el
adiestramiento básico. Llevaba un diario en el que se refería así mismo como a un “gato de callejón”, de allí
probablemente su seudónimo “Cat” (Gato en ingles).
Un
trabajador social psiquiátrico determinó que Amodio padecía graves
perturbaciones emocionales y podía en efecto atentar contra la vida del
presidente y otros funcionarios del gobierno, por lo que fue enviado a un
reclusorio psiquiátrico en el hospital
de Bellevue de New York. Aunque confesó ser el autor de las amenazas los
agentes que lo interrogaron no descubrieron ningún móvil político, lo había
hecho solo por llamar la atención. Hoy en día esta en libertad. ¿Sigue siendo
peligroso? No lo creo, pero puede serlo otra vez si vuelve a tener dificultades
a las que no pueda hacerle frente.
PRESENTIMIENTO DE MUERTE
Corría
el mes de noviembre de 1983 y estaba yo
dando una conferencia ante la policía de New York cuando de pronto la cabeza
comenzó a darme vueltas, algo andaba muy mal, seguí hablando aunque estaba
bañado en sudor frío y me sentí invadido de angustia, una obsesión me rondaba
la mente, si llegaba a equivocarme en algún caso, podía desviar la
investigación y causar mas víctimas, tenía mis motivos de preocupación, en ese
entonces estaba encargado yo solo de unos 150 casos y todos los días recibía
nuevas solicitudes de perfiles de delincuentes. La policía de Quantico,
sobrecargada de trabajo ejercía una presión abrumadora sobre mi, mis colegas de
la Unidad de Ciencias de la Conducta me gastaban bromas por el hecho de que no
fuera capaz de rechazar casos nuevos. Andaba de viaje 125 días al año, estaba
exhausto y bebía más de lo debido para aguantar la presión. Además padecía de
insomnio y cuando lograba dormirme era para soñar con el caso que me ocupaba en
ese momento. Todo ello empezaba a repercutir en mi vida personal, tenía
dificultades con Pam porque debido a mis ausencias constantes ella debía
encargarse sola de criar a nuestros hijos y de los quehaceres domésticos, para
colmo no me era fácil hablar con nadie ni siquiera con ella de lo que hacia
como funcionario de la policía, no se puede mencionar el trabajo en casa cuando
este consiste en pasarse el día examinando cadáveres mutilados a veces hasta de
niños. Me sentía desolado, pero hice un esfuerzo para seguir hablando, como
había dado esa conferencia centenares de veces podía hacerlo casi
automáticamente, no creo de que el auditorio se halla percatado de que algo
andaba mal, con todo ya de regreso a Quantico no podía ahuyentar el
presentimiento de que iba a ocurrirme algo espantoso, fui al departamento de
personal de la oficina y contrate un seguro adicional para el caso de que
quedara invalido o muriera. Una semana después tuve que volar a Seattle para
ayudar a esclarecer otro caso de asesinatos en serie, cuando iba hacia el
aeropuerto algo me hizo pasar por la escuela donde trabajaba Pam, daba clases
de lectura a niños de lento aprendizaje y contarle lo del seguro extra, ella se
preocupo, pero yo la tranquilicé diciendo que solo quería que estuviera al
tanto de todo antes de que me vaya. Tenia los ojos rojos y según ella la mirada
extraña, me dolía atrozmente la cabeza y el primer día de mi estancia en
Seattle, un miércoles, me dediqué toda la mañana a asesorar a la policía y en
la tarde a visitar los lugares en donde habían hallado los cuerpos, por la
noche seguía doliéndome la cabeza y pensando que me iba a dar gripe, les pedí a
dos colegas que me suplieran al día siguiente, cuando me senté en la cama del
hotel para desvestirme, perdí el conocimiento. Mis suplentes trabajaron todo el
jueves y como les había pedido me dejaron dormir el día entero, pero el viernes
al ver que no me presentaba a desayunar telefonearon a mi habitación y llamaron
a la puerta en vano, alarmados hicieron abrir la puerta con una llave maestra,
la cadena de seguridad estaba echada, pero alcanzaron a oír que yo emitía
débiles gemidos, los agentes irrumpieron en el cuarto arrojándose contra la
puerta y me encontraron tendido en el suelo convulsionando, el hotel llamo una
ambulancia y ellos se quedaron pegados al teléfono informando de mis señales
vitales al personal de la sala de urgencias. Tenía paralizada más de la mitad
izquierda del cuerpo y una fiebre de mas de 41. 5 grados centígrados y un pulso
de 220 latidos por minuto. Como las convulsiones persistieron en la ambulancia
en cuanto llegamos al hospital me cubrieron de hielo y empezaron a
administrarme fuertes dosis de fenobarbital por vía intravenosa, una tomografía
reveló que la altísima fiebre había causado una hemorragia cerebral en el
hemisferio derecho. El cerebro no resistió semejantes temperaturas, -explico el
medico a mis amigos- aunque estamos haciendo todo lo que podemos, es posible
que su amigo muera. –
El 2 de
Diciembre de 1983, el nuevo seguro estaba vigente desde el día anterior, Pam y
mi padre tomaron el primer avión para ir a verme y me encontraron en estado de
coma con un respirador y una sonda nasogástrica. Los médicos hicieron ver a mi
mujer que estaba yo en peligro de muerte y que en caso de que viviera podía
quedar como un vegetal. La familia hizo preparativos para llegada la hora
trasladar mis restos a Quantico y enterrarlos en el cementerio militar de la
ciudad. Hacia el final de la primera semana Pam, mi padre y algunos agentes de
la FBI y hasta un sacerdote se reunieron a mi alrededor, me tomaron de las
manos y rezaron por mi, entrada la noche desperté del coma. No sabía donde
estaba me sorprendió ver a Pam y a papa, seguía hemipléjico y la garganta me
dolía por los tubos que tenia insertos. Luego de someterme a varias tomografías
y exámenes de líquido cefalorraquídeo los médicos al fin emitieron un
diagnostico preciso, encefalitis viral complicada por el estrés y mi mal estado
general de salud. Me había salvado de milagro, la recuperación fue larga y
difícil, no podía hablar bien ni caminar y se me olvidaban las cosas. Cuando
Williams Webster, Director de la FBI, telefoneo para darme ánimos, le exprese
mis temores de no recuperar la condición física necesaria para el trabajo
necesario, el repuso: “No te apures Jhon, lo que necesitamos es tu cabeza”. No
le dije que en ese aspecto también parecía no encontrarme bien, por fin dos
días antes de navidad volví a casa, había bajado 16 kilos de peso, comencé a
caminar con bastante dificultad y aun sufría de amnesia, dudaba que pudiera
volver a trabajar. Un día, al mes de haber vuelto a casa, me puse a quemar la
hojarasca en el patio y de [pronto se me ocurrió entrar en la casa a juntar
todos los perfiles que había elaborado, artículos que había escrito y la
documentación de los casos en que había trabajado y echarlos al fuego. Fue un
alivio deshacerme de todos ellos. En Abril de 1984, cuatro meses despues del
ataque, volví a Quantico para hablar ante unos 50 psicólogos criminológicos
provenientes de las oficinas de la FBI en todo el país. Iba en pantuflas porque
tenia los [pies hinchados debido a unos coágulos, cuando entre en la sala de
conferencias arrastrando los pies, los agentes me recibieron con un aplauso que
me conmovió por espontáneo y autentico. Al cabo de un mes volví a trabajar
jornadas normales.
UNA ARMA
NUEVA
El trabajo
siguió siendo intenso, pero satisfactorio, pues cada vez tenía mayor aceptación
procesal, en el juicio contra Wayne Williams en el 82 no me habían permitido
testificar porque los tribunales aun no reconocían la validez de nuestros
perfiles, pero a fines de los años 80 perfeccionamos a tal punto nuestra
técnica que se volvió habitual que nos llamaran a declarar. En 1990 me ascendieron
a Jefe de la Unidad de Ciencias de la Conducta y mi primer acto oficial fue
cambiarle el nombre por el de Unidad de Apoyo a la Investigación. Su personal que a principios de los años
80 era yo solo, creció a 10 agentes y bajo mi dirección paso a ser de 40. En
1992 preparamos nuestro largamente preparado libro; “Crimen Clasificación
Manual” (Manual de clasificación de crímenes, el primer catalogo de rasgos de
conducta criminal y un arma nueva para los que combatimos la delincuencia.
Desde 1995, año en que me jubilé, he vuelto a Quantico a enseñar y asesorar,
sigo dictando conferencias por todo el mundo, a menudo me preguntan que puede
hacerse para rebatir los espantosos índices de criminalidad de nuestros días?
Pero la experiencia me ha hecho perder la creencia en la rehabilitación de
ciertos delincuentes. Recuerdo cuando en 1989 cuando los actores del Silencio
de los Inocentes fueron a Quantico a prepararse para el rodaje de la película,
Scott Glen, quien haría el papel de Jack Crawford, agente especial que según
dicen esta inspirado en mi, fue a verme para pedirme antecedentes. Le mostré
las macabras fotografías con las que trabajamos a diario y lo puse a escuchar
una grabación magnetofónica hecha por dos asesinos mientras torturaban y
mataban a dos muchachas. Glen era un tipo muy liberal que creía en la bondad
esencial del ser humano y en la rehabilitación de los delincuentes, pero tenía
dos hijas y al oír la grabación se echo a llorar. No sabía que hubiera gente
capaz de estas atrocidades,- dijo- ya no puedo seguir oponiéndome a la pena de
muerte -. Otros comparten su opinión, el Dr. Park Dieb, psiquiatra forense que
a menudo colabora con nosotros a dicho; “A ninguno de los asesinos múltiples a
los que he tratado se les ha declarado legalmente loco, pero tampoco normal,
todos tenían perturbaciones mentales, sin embargo al matar sabían lo que
hacían, sabían que estaba mal y aun así lo hicieron.” A mi la experiencia me ha
enseñado que la existencia de trastornos mentales no es razón para eximir a un criminal
de su responsabilidad, a menos que este completamente fuera de la realidad y no
comprenda las consecuencias de sus actos, es responsable de ellos. No puedo
hablar por la FBI, el Departamento de Justicia ni nadie más, pero a título
personal prefiero con mucho cargar con la culpa de recluir un asesino que
podría no reincidir con la de permitir la muerte de otro inocente por haberlo
dejado en libertad. Mi colega, Greg Macari, tuvo durante años clavada en la
pared de su oficina la caricatura de un dragón con llameante aliento pisoteando
a un caballero postrado, la leyenda decía; “A veces gana el dragón”. Esta es
una verdad que no excluye a ningún funcionario de la policía, no atrapamos a
todos los criminales y como aquellos a los que si capturamos ya han matado,
violado o torturado no atrapamos a tiempo a ninguno, por suerte, no siempre
gana el dragón y seguiremos haciendo lo posible para que gane cada vez menos.
“Una
coartada es una buena razón, pero de mala reputación”.